En mi boca se abrirá la noche se remonta a un hecho que tuvo lugar hace diez años, tras el asesinato de dos mujeres (madre e hija) en Caracas. La noticia no dejó de tener una connotación más amarillista que de lucha contra la violencia, pues fotos de ambas mujeres calcinadas se hicieron virales, tanto por Twitter como por la TV pública del país. Esta injusticia y crueldad, tanto social como personal, llevó a la autora a escribir este libro, este testimonio.
Me salieron raíces en el vientre. Digo raíces porque esas marcas púrpura se extienden y crecen de abajo hacia arriba. Digo salieron porque aparecieron durante el 2020. Salieron durante los meses en que el mundo estaba dormido y mi cuerpo decidió cerrarse, cerrarse al punto de evitar salir en fotos. Pensaba que este cuerpo cerrado y con raíces no era el mío y que, de nuevo, podría crecer lejos de su inmensidad. Las raíces salieron por eso: subir y bajar, rápidamente.
*
Lo cierto es que este cuerpo cerrado siempre ha sido de los otros. De pequeña lo talaron y trataron de esculpirlo para hacerlo a imagen y semejanza. Me decían que este cuerpo no estaba bien y que el amor de los demás siempre iba a depender de su firmeza. Y mi cuerpo no era firme, no, y por eso era normal que el amor tardara. Al final, era mi culpa ocupar espacio.
*
Pienso en Roxane Gay cuando dijo que cerró su cuerpo para evitar que le hicieran daño. Cuando dijo que la realidad de vivir en su cuerpo era estar atrapada en una jaula. Yo veo, desde mi jaula, como los demás me observan. Un cuerpo que sube y que baja para el entretenimiento ajeno. Un cuerpo que, acostumbrado al odio, no puede soportar verse a sí mismo.
*
Me piden que sea un cuerpo y me gritan que no sea débil. Al parecer, hablar de mi depresión me hace débil. Hablar de mi ansiedad me minimiza. Exprimen mi cerebro en el lugar donde también lavan trastes rotos y reciclan una frase ya gastada: es por mi bien. Mi cuerpo como un adjetivo que da vueltas.
*
A mi cuerpo con raíces también le creció una planta que se extiende por el brazo. Al final, si iba a convertirme en árbol, más valía poder tener algo que no pudiera arrancarse. Mi cuerpo con raíces está cansado de ser jaula y quiere desbordarse, quiere poder crecer en una tierra firme que sólo le pertenezca a él y a nadie más. Su inmensidad, llena de marcas, es solo mía.
Me piden que sea un cuerpo. Me piden que sea esto suficiente de aquello como aquello. Pero nunca como eso. Quieren que escriba poesía, poesía tan solemne como la de Cavafy cuando salió de Ítaca. Que produzca incontables ensayos académicos citando a Benjamin y cuestionando a Butler. Que gane dinero suficiente para alimentar bien a mi gato. Quieren que coma saludable y que no engorde. Yo, porque del cuerpo de mi gato nadie dice nada. Quieren siempre hablar de mi peso. Me piden que sea un cuerpo religioso que saque tiempo para ir a misa y persignarme cuerpo obediente que no cite al demonio en vano.
La gente quiere que no hable sobre estar deprimida, que hable sobre estar deprimida, que no diga en voz alta la palabra lorazepam o sobredosis calladita mejor para que la muerte llegue lento.
Que esté al día con las novedades literarias y que también haya releído a Proust dos veces.
Quieren que opine de política exterior y —sobre todo— que no me olvide de mi compromiso con el país que me negó un pasaporte.
Que no critique a los amigos que piden que otras solo sean cuerpos. Que los tolere. Que los eduque. Que les explique por qué duele ser una mujer a su lado.
Me piden que mantenga feliz a mi marido. Digo que ya no es mi marido. Me piden que cuente en Facebook la razón de mi divorcio. Quieren que salga con gente que conozca en Tinder, con hombres y mujeres que conozca en Tinder, no importa, pero que busque rápido al sustituto de mis penas. Todos quieren cosas de mí.
Quieren que presente libros que bautice libros que lea poemas de libros infinitos. Que escuche y aplauda a todos los escritores de mi generación, y también a los que vinieron antes y también a los que vinieron antes que pisaron a los de antes y también a los que vinieron antes que pisaron a las de antes que silenciaron a las de antes.
Quieren que este poema no exista. Que la razón de este poema no exista.
Todos piden cosas de mí.
Y sin embargo también escogen voltear el rostro cada vez que se suicida un ángel.