Conocí a Yani Conte a través de MySpace. Lo recuerdo porque su foto de perfil era una donde aparecía con cabello largo, lentes de sol y una guitarra, hoy pixelada. Lo recuerdo porque tenía 16 años y la memoria de una adolescente que siempre buscaba nueva música. Él siempre colocaba buenas canciones en su playlist —característica que más extraño de esta red social— y que yo siempre terminaba por googlear para descargar. Compartimos interacciones tímidas y uno que otro emoticón en alguna foto. MySpace era ese lugar de Yani Conte. También fue el lugar donde interactué con mi segundo amor adolescente y el lugar donde conocí a mi segundo novio. MySpace de la primera red social de Camilo. MySpace de los bulletins amenazantes enviados luego de largas peleas por MSN. MySpace de la red social donde no estaban los padres. MySpace y la vida secreta de todos encerrada en la pantalla.
MySpace también fue el lugar por donde me enteré que habían asesinado a Yani. Fue tarde, en diciembre de 2009, que decidí ver qué había pasado con él. Recordé su foto. Recordé sus canciones y su buena música. Muerto. Asesinado a puñaladas por gente que era como él, pero que no buscaba lo mismo. Y me dolió, me dolió como ninguna otra muerte de alguien que no conocía en persona me había dolido nunca. Recuerdo googlear su nombre —ya no eran canciones—, leer la noticia, imprimir los artículos y almacenar los links. Yani Conte ahora era un alma pidiendo justicia. Ya no había interacciones tímidas y emoticones en fotos. Ahora era yo googleando y tratando de entender. La única conectada. La de la hora continua y el poema a cuestas. La de otra red social que ahora recordaba MySpace con el contacto muerto. La de la nostalgia y la incertidumbre en la espalda. La que hoy escucha la música póstuma, lee la historia y escribe el poema. La que no fue asesinada, pero casi.
Yo también recuerdo a Yani Conte, su muerte nos toco a pocos y a pesar de ello hizo mucho eco, pero aun lo recordamos y nos identificamos al ponernos en sus zapatos y ver nuestros sueños destrozados.
El siempre sera el de la foto pixelada que nunca envejecerá, nosotros creceremos un poco mas, nos saldrán nuevas arrugas pero lo recordaremos porque siempre estará guardado en nuestra biblioteca personal en una esquina en nuestros pensamientos.
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