La primera plaza es el resumen del mundo que ocurre en cada uno de nosotros | Juan Carlos Méndez Guédez

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Imagen obtenida aquí

Rafael Cadenas en cambio nunca incorporó referencias a la ciudad en su escritura.

Pero algo de esta plaza habrá viajado en ellos. Porque la primera plaza es el resumen del mundo que ocurre en cada uno de nosotros. Las plazas son ese centro desde el que algún día decidimos expandirnos en las cuatro direcciones del mundo; son el territorio conocido que alberga algún punto oscuro, remoto; son el atisbo de las parejas furtivas, de los juegos compartidos, de una moneda descubierta entre el césped, de un puñetazo que das o recibes en medio del rostro, de una mujer a la que aprietas contra un árbol y muerdes y besas, de una tristeza cansada con señores ocultos por periódicos, de una siesta resacosa, llena de frío y sudor.

Y recuerda que te espero de Juan Carlos Méndez Guédez (Editorial Madera Fina, 2015)

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Recuerdo mi primera plaza. Teníamos 15 años y veíamos el mundo a través de la música. Luciano, Danny, Vinicio, Héctor, Felipe, Kevin y María José. Mi grupo. Mis estrellas imaginarias que aportaban luz para olvidar tanto encierro. Viviendo en el mar nunca tienes que encerrarte, pensábamos. Éramos felices, cada uno a su manera, recorriendo el mundo desde la plaza que vio pasar nuestra juventud. La primera caída, el primer trago de alcohol, los primeros amores, los engaños ocultos, aprender a fumar, comprar revistas de música, cenar sólo pan y alguna vez robarse algo del supermercado para untarlo, optar por llevarse la salsa de tomate gratis del McDonald’s, aprender a patinar, tomar un trago de anís adulterado, marearse, salir corriendo a pedir ayuda y que nadie se entere, formar bandas de rock, vestirse de negro, mostrar heridas de guerra cada fin de semana, aprender a tomar el autobús y llegar directo a la plaza, así, con los amigos, con las batallas, para ver a los amores de siempre, a los amores de la plaza que sigue allí, estática, como si el tiempo no cambiara su fisonomía, para recordarnos que todo avanza menos ella, para voltear los ojos cada vez que nos encontramos, para no saber de nosotros, para no vernos. Más nunca.

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