Trazo
¿Cómo era, Dios mío, cómo era?
Juan Ramón Jiménez
Inútilmente inventa la palabra tu rostro
trizado por el relámpago del tiempo,
y en el papel se detiene tu gesto en pleno vuelo,
cae como una pluma en la memoria.
Si tuviera una fotografía tuya
sería familiar como mi vieja máquina
y estaría suspendida en mi hora y en tu risa
con la apacible mansedumbre de los objetos
dormidos.
Pero sólo tengo tu nombre
y una lluvia menuda sobre la frente y el pecho.
Ya no sé si tus ojos eran oscuros
o dorados como el corazón de los tigres o como
la arena,
pero no me entristecen las trampas de la memoria
porque aún sé de mis naufragios en tu agua
serena y dulce.
Y si tu piel era blanca como la nostalgia de los
ahogados, ya no recuerdo.
Pero hay mañanas en que bajo mis labios
siento correr tu cuello como un río,
tu brazo que abre el círculo del día.
Desiste entonces mi mano de la inútil tarea
porque la realidad ya no te necesita,
porque te has hecho eterno en la imperfecta
materia de los sueños.
—Piedad Bonnett ~