
Habla el escritor Ricardo Ramírez Requena en un estatus de su Facebook:
No conocí a Domingo. No fui su amigo. Domingo Michelli decidió morirse pronto y nos dejó un libro: Tristicruel, publicado por Bid & Co.
Este libro juega en la tradición de Rabelais y Baudelaire, del Salvador Garmendia burdelero, de noche, así como de González León y otros. ¿Qué es este libro?, ¿autoficción, testimonio, crónica? No es cuento ni novela. Es narrativa. Eso lo creo. Construye sus historias a partir de la fidelidad oral al lenguaje caraqueño. Se construye a partir de múltiples historias (reales, ficticias) de la ciudad de Caracas. Historias tristes y crueles, pero no menos reales. No es cuento, no es novela: son narraciones que dan testimonio de la podredumbre del mundo. De nuestro mundo.
En este libro encontrarás alguien que te cuenta una historia montado en un carrito, como el que vende caramelos. Mis favoritas son las de «Historia de los barrios escondidos de Caracas», en donde lo marginal hace migas con lo fantástico y nos lleva a la «Ciudad de los milagros» de la capital. «Alcoholópolis», «Perrulandia», «Pueblo viejo», «MundoNiño», «Villaverde» son las historias que pueblan esta parte del libro, una historia apoyada en las leyendas urbanas de Caracas (los niños de la calle y sus costumbres, la carne que viene del cementerio que está en la calle del hambre en La Trinidad, por ejemplo). En «Todos, Todicos Todos», Domingo hace un retrato mordaz, lleno de sarcasmo, de los refugios de Caracas, de las políticas de la miseria del gobierno. En «Carruseles», a partir de la ciencia ficción, nos presenta una historia en donde se crea un sistema de transporte mecánico, inspiado en las motos (la MOTOVÍA), que termina en distopía.
Hay también morgue, muertos, dolores: Domingo nos enseña, a partir de la ironía y un humor negro, a sentir piedad por todos nosotros. Mi favorito es «Presovisón», un programa de TV de los presos en las cárceles y donde, entre otras cosas, se decide la construcción de un inmenso penal en un Tepuy.
Me gustó este libro. Lo terminé hace bastantes días (lo leí en dos días, montado en un autobús, recorriendo la ciudad). Me habló de temas, tópicos, en los que estoy trabajando en mi escritura; me mostró cosas que no había visto o que había olvidado. Tristicruel es un retrato duro de lo que somos, pero escrito desde la piedad.
No conocí a Domingo. No fui su amigo.
Pero sí puedo preciarme, ahora, de ser su lector.